Cada vez son más evidentes los efectos del cambio climático en la sociedad. Está claro que nuestro modelo de crecimiento no es sostenible con la nueva realidad en la que vivimos. La esperanza de vida sigue creciendo, es decir, cada vez duramos más tiempo. A este hecho, hay que sumarle que cada vez somos más personas ocupando un mismo territorio. Esto ocurre a pesar de que la tasa de natalidad continúa descendiendo desde 1976, con una tasa de 18,73 nacidos por mil habitantes, hasta la cifra de 7,15 en 2020. Por lo tanto, los recursos con los que provee la tierra no dejan de ser limitados y, aunque abundantes, se busca constantemente dar un uso adecuado a todos ellos, frente al reto de que cada vez somos más personas conviviendo en un mismo lugar.

A su vez, se ha producido un cambio en la concienciación ciudadana que ha provocado la aparición de términos que hasta hace unos años no existían como el de economía circular, crecimiento verde y, más recientemente, el de transición ecológica. Todos ellos, aunque diferentes en sus matices, abordan la misma problemática, la de cómo crecer en un entorno sostenible dentro de una sociedad económica.

Ante este panorama se ha desarrollado la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y de esta forma aglutinar un compendio de medidas a nivel global y que agrupa a todos los agentes económicos desde instituciones internacionales hasta los ciudadanos de a pie. Esta Agenda marca el camino hacia esa transición ecológica y es una guía institucional sobre qué deberíamos haber conseguido como sociedad en ese año, el 2030.

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